Tercer domingo de Pascua
1) Hch 3,13-15.17-19
2) 1Jn 2,1-5ª
3) Lc 24, 35-48
Hermanos:
Estamos celebrando el tercer domingo de Pascua. Continuamos escuchando las lecturas que nos narran las apariciones del Resucitado a los suyos y los testimonios que ellos dan de Él.
La primera lectura nos muestra a Pedro hablando sin miedo a la gente sobre Jesús, al que los sumos sacerdotes habían entregado, ha resucitado y el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, le ha glorificado.
En su primera carta, Juan nos dice que el Resucitado, Jesús, es el justo de Dios que quita nuestros pecados y los del mundo entero. Debemos confiar en Él guardando sus mandamientos.
El Evangelio nos muestra a este mismo Jesús como alguien que no cesa de presentársenos a nosotros. Se manifiesta una vez más a los suyos para confirmarlos en la fe suprimiendo sus miedos y dudas. Les trae su paz, su amor, su alegría con las cuales deben vivir de una manera nueva.
Como a aquellos discípulos, Jesús se nos presenta a nosotros, en este mundo tan lleno de incertidumbre, de tantas coses que nos molestan y nos desvían en nuestro camino de cristianos, para tranquilizarnos, devolvernos la fuerza y el coraje, el Señor nos renueva con su paz y nos da un corazón nuevo, una vida nueva y esperanza para siempre. En Jesús resucitado, encontramos la paz del corazón. Y continuamos recibiendo este don cada vez que celebramos el sacrificio eucarístico. Y cuando el celebrante nos dice al final de la Misa: ”Podéis ir en paz”, es para invitarnos a compartirlo con los demás.
Gracias a este don de la paz, los discípulos han podido convertirse en testigos de la fe. Hemos escuchado como Pedro proclamaba la fe que tenían. Este testimonio se nos ha transmitido de generación en generación hasta hoy. Y debemos continuar transmitiéndolo hasta el final de los tiempos, porque el Señor resucitado ha querido que esta buena noticia sea proclamada en el mundo entero. Es verdad que la resurrección y exaltación de Jesús son una riqueza extraordinaria para nosotros cristianos. Con Él, tenemos “un abogado”, “un defensor”. Gracias a Él, podemos conocer a Dios, acercarnos a Él y guardar sus mandamientos. En Jesús, el mundo entero ha sido reconciliado con Dios y acercado a Él. He aquí una buena nueva que hay que anunciar urgentemente.
No debemos dar la fe, sino decir y testimoniar con obras y por nuestra vida la fe que profesamos.
Hermanos, hermanas, este tiempo pascual, es un tiempo de renovación de nuestras vidas y de nuestras comunidades cristianas. Cada domingo, es un día de fiesta y de gozo. Como lo hizo con sus discípulos, Jesús se presenta a las comunidades reunidas en su nombre. Esto es muy importante para nosotros; vivimos en un mundo que pierde sus referencias, que es capaz de lo mejor y de lo peor y que busca con ansia el buen sentido de la vida. Es en este mundo donde somos enviados para ser testigos del amor, del gozo y la alegría de Dios.
Señor haznos testigos y mensajeros de amor que es en ti. Amén.