Un día apareció un hombre que tenía magia en la voz, calor en sus palabras y encanto en su mensaje. Un día apareció un hombre que se acercó a los más pobres y marginados de su tierra.
Un día apareció un hombre tan cercano y transparente que todo él era reflejo y presencia de Dios.
Hacer memoria de los seres queridos proporciona consuelo tras su ausencia. Un buen modo de resucitarlo en su humanidad será recordar aquellas imágenes de desvalidos, indefensos y menesterosos que le apasionaron. El Padre Juan era un coleccionista de miradas. Los miraba detenidamente y se conmovía. Nunca le molestaba la gente.
Su corazón intuía la desorientación y el abandono de estos desamparados. Captaba el sufrimiento, la soledad del que lo estaba pasando mal y le brotaba la compasión.
Veía con lucidez las necesidades de estos olvidados y ofrecía su voz, sus manos, su saber y su tiempo para denunciar y remediar estas situaciones de atropello.
Se parecía a Jesús porque su vida, su actuación y amor solidario era captado por los marginados como algo bueno.
Nada le impidió entrar en contacto con la realidad de los otros y experimentar la fuerza de la ternura de Dios.
Tu vida Padre Juan inspiró el trabajo de muchas personas generosas, la compasión de muchos corazones, ríos de solidaridad manifiesta. Nos parecía imposible continuar la misión de nuestro voluntariado sin tu palabra que había guiado nuestros pasos. Al marcharte con el Sr. Samaritano aquella tarde de febrero sentimos tristeza, pero hemos descubierto tu presencia de otra manera.
Gracias por contar con nosotros Padre Juan para ser un eco de tu voz, un reflejo de tu mirada, un latido de tu corazón, un instrumento en manos del Señor para que los que estén junto a nosotros puedan conocer su amor.
Seguro que estarás agradecido a este “Espai Mossen Joan” que la Parroquia te ha dedicado. Nosotros también estamos contentos de haber acercado por un momento tu presencia entre nosotros y disfrutar de tu sonrisa bondadosa. ¡ Sigue bendiciéndonos desde el cielo!
Antonio Miñano
